EL RETORNO AMARGO DE SENEGAL

Amanece en Ndangane (Senegal), una pequeña y atractiva aldea situada a orillas del río Saloum. Está en una zona conocida por su vibrante vida turística. Rodeada de un impresionante entorno natural, Ndangane se ha convertido en un destino muy popular entre los turistas que buscan nuevas experiencias culturales en el país. Este hecho no pasa desapercibido por los jóvenes locales y muchos de ellos aprovechan ese impulso turístico para trabajar en hoteles y restaurantes o como guías turísticos. Sin embargo, más allá del espejismo turístico, la cruel realidad, para la gran mayoría de ellos, es muy compleja ya que el trabajo es estacional y mal remunerado. A medida que el turismo en Ndangane fluctúa por la estacionalidad, la inestabilidad laboral se acentúa y deja a muchos de estos jóvenes en una situación precaria e indigna.

El desencanto es palpable, y se traduce en la visible falta de oportunidades que reduce las posibilidades a dos opciones “O la pesca o el turismo…”, dos sectores con oportunidades laborales limitadas, estacionales, inestables. “Nunca en la vida había pensado en abandonar mi país, pero es que no podía ni comer. Es una realidad que muchos no quieren ver: No hay trabajo. Es cuestión de vida o muerte. Al final no me quedó más remedio que subirme a una patera y poner rumbo a Canarias. No había otra alternativa”, explica Mamadou Thior (42 años). Una vez en España llegó la decepción: “Hablaba con mi familia, pero no les decía la verdad… ¿Qué madre quiere escuchar que su hijo está viviendo entre un centro de detención y la calle, sin apenas comida y sin ninguna esperanza? Fue cuando fui consciente de lo complicado que es vivir en España de ilegal. A los 45 días de estar en el país, me deportaron en un avión de noche… Quedaba lo peor… Enfrentarme a la realidad y volver a ver a mis familiares”, explica Thior.

Mansour Dia (23 años, Ndangane) subió a bordo de otra patera en mayo de 2023. Partió de una playa cercana a Ndangane, dentro del Delta del Saloum, con otras 150 personas a bordo. Nada sucedió como se esperaba… “A los 6 días de estar navegando, una tormenta terrible sacudió el bote. Recuerdo a mucha gente gritando y llorando. Había mujeres embarazadas con ataques de pánico, heridos de gravedad y personas que se querían tirar por la borda… Al capitán no le quedó otra alternativa que dar media vuelta e intentar volver a Dakar. Cuando conseguimos llegar, tuve que pensar muy bien que hacer. Sentía que había fracasado, no solo había perdido los 450.000 CFA (685 euros, aprox.) sino que me tenia que enfrentar a mi familia y a la vergüenza de no haber podido alcanzar Europa. Fue una experiencia muy dura.”, concluye Mansour.

Para las personas que se embarcan en una patera hacia Europa, a través de la peligrosa ruta canaria, y no consiguen llegar a su destino, el regreso a sus hogares es un proceso doloroso que les configura como perdedores, estigmatizados. Estas personas migrantes “retornadas” se enfrentan no solo a visibles traumas físicos y psicológicos, derivados de una travesía peligrosa y fallida, sino también a la decepción y al sentimiento de vergüenza derivados del hecho de regresar, junto a los suyos, sin haber cumplido su objetivo, siendo perdedores en lugar de poder ser tomados como referentes, como los exponentes del logro de un sueño colectivo. “No acabas de superarlo nunca. Has invertido mucho dinero, incluso has endeudado a familiares para pagar tu viaje. Al regresar sin éxito has perdido dinero, orgullo y dignidad. Conozco a muchos amigos que no quieren volver a casa y otros que, directamente, han querido desaparecer para siempre…”, explica M. Dia.

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