El pequeño Mustafa lleva 13 años de lucha y lo peor es que su “guerra” aún no ha terminado.
A sus 13 años, Mustafa se levanta cada mañana para ayudar a sus padres en una pequeña tienda de telas y zapatos en una de las calles del campo de refugiados de Shatila, en Beirut (Líbano), donde se instalaron en 2013 huyendo de una guerra, la de Siria, que marcó la vida de esta familia para siempre (Todas sus propiedades fueron destruidas por fuego enemigo y 4 de sus hermanos murieron en combate).
Pero la pesadilla de Mustafa y su familia no acabó con su llegada a Libano, el niño refugiado padece una enfermedad desconocida, sin diagnosticar a día de hoy. Tiene graves problemas en su piel y sangra por su nariz a diario, llegando incluso a necesitar, a menudo, transfusiones. Padece hipohidrosis y ha perdido la mayoría de su cabello, más del 70% de visión del ojo izquierdo y prácticamente toda su dentadura (salvo dos molares).
Debido a su condición de refugiado y a las condiciones sanitarias del país, el niño tiene totalmente restringido el acceso a diagnóstico, seguimiento y tratamiento. Gracias a la ayuda de UNHCR ACNUR, consiguieron que el gobierno hiciera una excepción y que el pequeño Mohamed se pudiera realizar un chequeo médico. El 11 de febrero de 2015 y tras una escueta exploración, el doctor Dany Ph. Daham determinó que “El niño Mustafa Mohammed (nacido en 2005), tiene un trastorno genético (Ectodermal Dysplasia). Necesita ser tratado en un centro internacional”.
Los médicos en Líbano no encuentran solución a su dolencia, con el paso del tiempo el pequeño Mustafa empeora y sus padres buscan desesperadamente una cura para una enfermedad que, a día de hoy, nadie le ha podido poner nombre.