A punto de cumplirse 7 meses desde que 12.000 migrantes marroquíes saltaran la valla del Tarajal (Ceuta) en busca de nuevas oportunidades que, para muchos, siguen sin llegar.

Atardece en el polígono del Tarajal y sus calles se llenan de personas cabizbajas que deambulan arriba y abajo. Un grupo de jóvenes acaba de improvisar un pequeño campo de fútbol con zapatillas y latas de refresco. Se han organizado en dos equipos y juegan un partido entre ellos. La mayoría van descalzos y en algunos se pueden ver destellos de calidad propios de chavales que llevan la pelota pegada a los pies desde muy pequeños. “Los días se nos hacen muy largos. Aquí, no tenemos mucho más que hacer. Intentamos entretenernos con el fútbol y así no pensamos en nuestra situación”, dice Massoud de 16 años y vecino de Tetuán. Saltó la valla de la playa del Tarajal aquel 17 de mayo.

Al igual que Massoud, miles de personas lograron sortear la frontera aquel fatídico 17 de mayo ante la impasibilidad de las autoridades marroquíes. Un día que recuerda muy bien Karima (nombre ficticio, ya que no quiere revelar su identidad), de 23 años y nacida en Fnideq: “Vengo de una familia muy pobre. Soy el único sustento económico de mi familia y me quedé sin trabajo. Aunque me daba miedo, mis padres y yo sabíamos que era la única solución que teníamos. Entré en Ceuta unos días antes de la entrada masiva, concretamente el día 16 de mayo. Mi familia me ayudó a cruzar la frontera. Me despedí de ellos y nadé unos metros. En el momento que me pude posicionar al lado de la valla por la parte española, la Guardia Civil me ayudó a salir caminando por la playa” recuerda Karima, quién no olvidará nunca aquellos primeros días que pasó en suelo español.

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