Descripción
Tener mirada y sentir el corazón hace imposible no afrontar la memoria y las formas que toma: la memoria hecha huella de sangre y herida de los lugares en los que la guerra ha arañado los días; la memoria de los edificios, los hogares derruidos, la soledad hecha piedra y cemento en las ciudades desfiguradas por un desastre; la memoria de la infancia, rota en cristales que configuran el espejo de futuro cada uno de nosotros; la memoria de los mayores, extraviada y, sin embargo, presente, viva; la memoria propia, convertida en árbol que sustenta las ramas imprescindibles de la familia…
Tener mirada, sentir el corazón, hace imposible cerrar la caja de silencio del olvido. Nada debería permanecer en ese abandono del recuerdo que nos impulsa a girar la cabeza hacia otro lado para ignorar el ayer e ignorarnos, unos a otros, olvidando hechos y huellas.
Por eso, porque la realidad nos empuja, especialmente en este presente quebradizo, a aceptar una amnesia inducida que falsamente nos tranquilice, las fotografías que componen esta exposición buscan ser signos del recuerdo para el recuerdo, ventanas de imágenes por las que observar lo que ayer sucedió y hoy debería continuar clavado en nuestras pupilas.
Aquellos que buscan olvidar para mentirse solo encontrarán la insistencia del recuerdo. Somos memoria, memoria de los ausentes, de los maltratados, de los que inician el trayecto final de sus vidas, de las víctimas de la injusticia.
Nosotros mismos, nuestros actos, serán mañana parte inevitable de la memoria de otros.











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