La aventura de labrarse un futuro con un presente repleto de dudas, necesidades y falsas esperanzas. El difícil papel de los jóvenes refugiados en Shatila.

Se estima que unos veintiocho mil refugiados sirios y palestinos viven hacinados bajo el cielo de Shatila (Beirut, Líbano). Construido a mitad del siglo XX para el amparo de los palestinos que huían del recién creado estado de Israel, todavía hoy sigue acogiendo víctimas de los conflictos de Siria y Palestina.

Sometidos a unas condiciones educativas muy deficientes, con un absentismo escolar que roza el 70% y un equipo docente precario, los jóvenes refugiados de entre 11 y 18 años, viven en un limbo, esperando a poder labrarse un futuro, que cada vez se les presenta mucho más incierto.

Con la constante esperanza de una vida mejor, algunos de estos adolescentes dan sus primeros pasos en el mundo laboral en su negocio familiar.

Es el caso de Mustafa Teyson (refugiado sirio de 13 años que perdió a tres de sus hermanos en la guerra y llegó a Shatila acompañado de sus padres), que ayuda a su familia en la tienda de telares que regentan. Otros no disponen de esa oportunidad y acaban viviendo de la mendicidad o perteneciendo a alguna banda de jóvenes rebeldes.

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